Fue un veinticuatro de diciembre que a esta chiquita la mandaron sin abrigo a vender fósforos. Era una noche muy helada. La fosforerita tenía hambre y también mucho frío. La gente caminaba frente a ella como si no existiera. Nadie le compraba ni un fosforito. Todos querían ser felices ellos mismos.
Entonces, para calentarse un poquito, ella encendía un fósforo...y otro...y otro...hasta que se le acabaron. Y se murió de frío.